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Muse. Vicente Calderón. Madrid (16 junio 2010)

Mie 16 Jun – Muse, Editors, The Big Pink

En el enlace hay recortes de prensa escaneados, videos, setlist y más cositas:
http://mercadeopop.blogspot.com/2010/06/muse-2010-vicente-calderon-madrid.html

Algún dia Muse y Hacendado dominarán el mundo. Será el día en el que U2, AC/DC, Bruce Springsteen y los Rolling Stones definitivamente se miren al espejo y se vean viejos. Entonces Matthew tendrá vía libre para empalar a unos sin huevos como Coldplay, sus únicos rivales generacionales, y dar vía libre absoluta a todas y cada una de las excentricidades que a sus chicos se les pasen por la cabeza. Excesivos, barrocos, mastodónticos, desmedidos, brutalistas, demenciales, oligofrénicos, son la banda de la generación del 78 de Carabanchel, quien se lo iba a decir, ni ellos mismos se creen que ayer se pudieran jugar la carta del Calderón. No la ganaron del todo, pero allí metieron a más de 40.000 personas cuando hace siete meses apenas reunieron a 15.000 en el Palacio de los Deportes, hace siete a 2.500 en La Riviera. No estuvimos en su desagelado estreno en una carpa cualquiera en un festival asturiano creemos que en 2001, pero da igual, tampoco los que allí tocaron y escucharon se creen lo vivido anoche.

Porque Muse cogen la movida justo donde U2 la dejaron en 1997 con su delirante Popmart (sólo faltaron los cerdos volantes de los Floyd). Sí, aquel de los limones, de las Discotheques, de los Mofos, de las gafas imposibles, de los trajes de burbujas, aquel que casi acaba con la banda debido a la incomprensión de los fans. Los irlandeses venían de muy arriba y se la jugaron. Muse se la juegan dentro de su lógica línea ascendente y, claro, ganan, ya que siguen, como siempre, haciendo un popurrí bastardo que suena a Pink Floyd, a Black Sabbath, a Rage Against the Machine, a música electrónica de playa levantina, todo ello aderezado con una epicidad colosal y desbordante. La propuesta es tan basta y tan abarcatodo que necesita el mayor auditorio posible.

Pero claro, es que comienzan con Uprising y, como no podría ser de otra manera, toca venirse arriba. Es una pena que no haya algún lugar alto en el que encaramarse, porque esa es la costumbre (hey, lo pudimos hacer después en La Bodeguilla, bar anexo al Calderón que nos recibió con los brazos abiertos, tenéis que ir). Es que esa es la canción, esa lo resume todo, eso es post comunismo, esa es la canción de la secta, esa es la canción de los que queremos formar parte del delirio, esa es la jodida canción que querría haber compuesto Stalin para subyugar a los suyos y a los no tan suyos.

Un estadio podría quedarles grande, pero eso es imposible cuando ya de por sí pones las cartas sobre la mesa con un escenario que se vierte sobre el personal. Es como "pensábais que no éramos capaces, pues mirad, resulta que sí". They will not control us, we will beeee victoooooooorious. Naa naaaaa. Matthew es un hortera, aunque prefiero pensar que es cachondo. Como bien alguien apuntó, podría habérsela sacado y mearnos, nos habría dado igual. Es más, nos habría venido bien, porque eso de que sólo vendieran cerveza sin alcohol fue una broma macabra. Para algunos fue el tocomocho, pues el mochila man le aseguró que era birra de la buena. ¡Pero no! La cosa podría haber finalizado en tragedia, mas por algún motivo simplemente la gente toleró.

Guiding Light es un truñaco de tema. Pero el público se viene arriba para sorpresa del que escribe. Aprovecho para constatar que la batería de Dominique casi suena tan tan potente como la de Lars (habría sido mucho que llegara a ese nivel). Suena distinta, suena muy alta, pero no tiene esa pegada de dios del metal del canijo danés hijoputa. Christopher, al otro lado, un tanto estático pero sin duda feliz, sigue profundizando en esa forma de tocar el bajo tan sucia que tanto le gusta, eclipsado aposta por el carisma de Matthew, también canijo cabrón aunque no danés, supuestamente operado de la nariz para redondear un tanto sus formas (dicen, eh, dicen) y tal vez adaptarse al éxito masivo.

Éxito masivo del que buena parte de culpa tiene la saga esa mierdera de libros de vampiros para adolescentes acomplejados. Y claro, nos la clavan. Love is Forever es una medianía no digna de Muse, pero es el peaje que todos tenemos que pagar por estar en un estadio. Bueno, supongamos que allí no suena tan fofa y desprovista de chicha como en casa. Porque tu comparás esa con Map of the Problematique (que mi novia dice que no es un temón, pero ahí entonces yo la retiro el saludo una vez más, y ya van… ¡a mi ni me hables ni me ofrezcas agua nunca más!), Bliss (desmejorada) o New Born, así por hablar de tres que colindantes en el repertorio, y se descubren las verguenzas de cada uno.

Hysteria sí, hysteria sí, coño, esa tampoco te va a fallar nunca, aunque ahora a los Muse les tiren supermassive underclothes como si fueran referentes sexuales. Que bueno, Matt lo es, porque a mi me puede hacer lo que quiera otra vez, que yo me dejo. Sobre todo porque volvió a dedicarnos a la familia Mercadeo Pop un Feeling Good de cagarse la perra con megáfono incluído (nunca, he dicho nunca, me regaléis uno… vamos, que sí, que lo quiero para terminar de enfrentarme cara a cara con mis vecinos). Pero a ver a ver, que es justo a partir de ahora cuando comienza la astracanada, tolerada por todos y sin duda necesaria.

Dando una vuelta de tuerca al tan criticado y menospreciado limón de U2 (ese en el que iban montados desde el escenario grande para desplazarse hasta el pequeño del centro del campo), Muse se montan en una plataforma elevadiza con la que viajan hasta el círculo central, a varios metros sobre nuestras cabezas, mientras Matt toca un teclado de esos ochenteros colgados cual guitarras. La peña saca los móviles para grabarlo pero no, no es eso, lo que hay que hacer es descojonarse porque eso es lo que buscan, sacarte del concierto, pillarte a contrapié. No se trata de impresionar, se trata de demostrar que son capaces de llevar a la práctica cualquier estúpida idea. Eso y no otra cosa es lo que hace grandes a los grupos: no ya el riesgo, sino la demencia.

A partir de aquí ya sí, ya todo va rodado. Porque reconozcámoslo, hubo momentos antes en los que a aquello le faltó músculo. El músculo se lo puso la gente. Oh, no, esperad, entre el público también había mucho fofo. Pero claro, es que claro, es que a ver, joder, la hostia, apuntad: The Resistance, Starlight, Time is Running Out, Unnatural Selection. Con semejante plantel nadie, excepto la selección española de fútbol, puede fracasar. Ahora sí, en la tan estudiada segunda parte del show, es cuando sí estamos ante una banda con empaque para enfrentarse a lo que sea. Estribillos de estadio, canturreo esquimal llevado al paroxismo, puños arriba. ¿Dónde demonios habéis dejado las canciones por las que la peña votó en vuestra web? ¿Qué queríais, ganar visitas y que os clickáramos en los banners? Para eso no hace falta tanto lío. ¿Dónde está Butterflies and Hurricanes?

Para los bises todavía queda más y más delirio. Esta vez con un platillo volante hinchable que sale por un lateral, se pasea sobre las cabezas de la gente de pista y del que, enderrepente, sale un acróbata que se pone a hacer el mico para estupor del personal. Mientras tanto suena ese exceso que es Exogenesys y que jamás he sido capaz de escuchar en la soledad del hogar. Es para quedarse con la boca abierta, para carcajearse a pleno pulmón, es en cierto modo fascinante. Ellos lo han pillado, han visto muchos videos legendarios y ahora que tienen pasta no dudan en plasmarlo, en mezclarlo todo e ir ese necesario paso más allá. ¿Hemos comentado ya lo dura que suena la batería de Dominique? Puto cabrón.

Matt para entonces ya está totalmente desatado. No comentaremos sus lamentables intentos de tocar flamenco y los consideraremos un bonito guiño al público español. Igual que es un guiño a nosotros ese 'traje de luces' (literal en este caso) con el que no dudó en vestirse para los bises. Incómodo de pelotas, pero molón a tope. Imagínate entrando en tu bar de referencia luciendo tales prendas y sintiendo la admiración de la gente sin huevos. Un síndrome de Estocolmo propio de alguna banda angelina de hardcore pone punto y seguido a una actuación que ahora está funcionando a toda máquina.

Take a bow, incomprensiblemente, encabeza el segundo bis. Sin duda, la elección se debe a que el último momento freak de la noche necesita una canción a medida, con Matthew de nuevo elevándose hasta el centro del campo sobre la plataforma elevadora (esta vez él solito, sin batería electrónica y sin Chris dándole cañita al bajo). Después, ojos en blanco con Plug in Baby y Knights of Cydonia, dos canciones que bien valen todo un concierto, toda una carrera discográfica (si acaso todavía existen), decenas de portadas de revistas, miles de brindis, cientos de saltos emocionados, air guitars a todo trapo. A-co-jo-nan-te.

Salimos del Calderón sabiendo que tenemos vía libre para brindar todo lo que no hemos podido brindar dentro por culpa de la pésima organización de mierda (no ya por las bebidas, que ese es un tema aparte, sino por lo de los baños, pues en pista apenas había 15 cabinas para 10.000 personas, malditos cabrones, obligáis a la gente a cerdear y a sufrir para ahorraros cuatro perras), con el objetivo de pulirnos a toda prisa los casi 200 euros de bote generado.

Una señora de esas del Facebook, setentona ella, nos recibe con los brazos abiertos en La Bodeguilla (Paseo de Los Melancólicos esquina con Paseo Pontones, apuntad, demonios) y nos asegura que el concierto ha estado muy bien, que ella vive en el sexto (en algún sexto) y que tenía muchas lucecitas y colorines. Ella es la verdadera máquina del rock, alguna década más vieja que Mick y Keith, lleva a sus espaldas un buen puñado de conciertos y sabe mejor que nadie cuando la cosa ha funcionado. "Los chicos están emocionados", apostilla. Los chicos somos nosotros.

O no, esperad, que los chicos deben ser sus hijos, sobre todo ese de la camiseta de Simple Minds que pone cubalibres imposibles para un miércoles (ah no, ¡que mañana sí es sábado!) y que asegura haber visto a los Muse hace varios años, antes de ser tan famosos. Siempre hay alguien así, un capullo adorable, like us. El debate se enciende con la polémica sobre si fue mejor el concierto del Palacio de los Deportes en noviembre o este. Personalmente, como yo escribo yo opino primero y afirmo que me gustó más aquel, más allá de motivos contextuales, simplemente porque el montaje con las tres torres me pareció demoledor. Lo de estadios es una locura, es genial, es colosal, es necesario para montar una buena fiesta y que la gente de las tribunas se sienta parte del movimiento, pero es otra cosa. Es menos fino, no es tan sublime.

El de la camiseta de Simple Minds nos pone Uprising avisando de que nos tenemos que ir porque al final la poli se va a poner chunga. No sabe lo que ha hecho. Nos metemos todos en un local de apenas diez metros cuadrados (así es el sitio) y por supuesto, ahora sí, nos subimos a las mesas. ¡Cuidado con las hélices del ventilador! Repartiendo abrazos fletamos varios taxis para llegar hasta ese referente rockero que es El Refugio de la calle Conde Duque donde nos para en seco el camarero al negarse a poner a Muse. ¡Pero tíiiio! Pues tienes que poner lo siguiente: Bon Jovi, Metallica, Guns n Roses, The Doors, Rage Against the Machine y tal y cual. Uuuuuuh she's a little runnaway… y así de nuevo hasta el amanecer. Otra vez la mierda de siempre. Pero hoy con motivo.

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